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Precioso Articulo: "Rarities"

Precioso Articulo: "Rarities"

Gracias Ivan por escribir este precioso artículo para Coolligan !

‘Rarities’

Este palabro, ‘rarities’, tuvo siempre que ver con  lo musical y, más concretamente, con el género de las caras B cuando existían los ‘singles’. Hablamos, claro está, de otro tiempo, de otro lenguaje, de otros gustos. El maravilloso encanto de las rarezas musicales lo es también, un encanto, en el fabuloso mundo de las camisetas de fútbol y, si son de antes, mejor.

 Y es que unir esos dos conceptos, prenda de vestir y balompié, es revelar una satisfacción inmensa por ser así: estudiadamente distraído, perdidamente enganchado a los colores de fútbol.  

Finales de los 70 y España va saliendo del blanco y negro de cuarenta años de dictadura atroz. Algunos, por ello, no viven más aquí. Es el caso de mi abuelo Luis, exiliado en Biarritz, Francia. Él contenta la irresistible pasión futbolera de su nieto Iván, apenas cubierta por el AS color, con una suscripción a la increíble revista futbolística ‘Onze’ y el regalo regular de camisetas de fútbol francesas.

Cuando aquí no había más que el escudo cosido en una prenda totalmente blanca del Madrid, rayada del Atleti o azulgrana desganado del Barça, y que ni siquiera se encontraban en Saldos Arias, en Francia ya campaban a sus anchas las tres rayas de Adidas, el orgulloso gallo de le Coq Sportif y la publicidad de riñón a riñón. Así que ellas, las camisetas del país vecino, destilaban modernidad, le daban el colorido que le faltaba a nuestras vidas de santo y seña y resultaban un placer poco común lucirlas.

De esta manera, y sin reparar en la trascendencia posterior, empezó una colección de prendas de fútbol que nunca tendrá final: cientos de camisetas por el gusto de acumular (todos somos Diógenes) y por el gusto de rememorar con ellas al tacto las gestas de nuestros héroes de pelota.

La camiseta del Nancy Lorraine de Michel Platini, la del Estrasburgo del Arsene Wenger jugador, la del Valenciennes de ni idea quién, la del Nantes de Henry Michel y la del St. Etienne de Johnny Rep, por ejemplo, adornaron la piel de mi infancia para encajarme en un perfil jamás traicionado: acumular camisetas sin más pretensión que ser más feliz.

Luego, con el tiempo, el efecto divulgativo abrió las puertas del sitio de mi recreo y le dio más sentido a esta bendita locura, continuada la pasión también por mi hijo Daniel, un día con la del Zenit, otro con la del Lyon y mañana con la del Hertha de Berlín.  

Porque las camisetas, aquellas de entonces y estas de ahora, no son solo un cuidado trozo de tela como Pinocho no era más que un pedazo tallado de madera: son una forma de vida, un abono transporte al recuerdo de goles marcados o la imaginación de tantos que están por llegar que le dan un mayor sentido a la existencia en este valle de pagafantas.

Mi último reto, y también lo culminaré con éxito, no es otro que adelgazar para entrar (y respirar a la vez) en las camisetas de mis amigos de Coolligan. Ellos son ya mi endocrino y el dietista al que no fue Rafa Benítez. Para qué queríamos más…

Iván Castelló
Periodista

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