“No pasa nada, tenemos a Arconada”
¿Recuerdas ese grito, ese cántico que resonaba en cada rincón donde se jugaba al fútbol durante los años 80? Para muchos de nosotros, Arconada era más que un simple portero de fútbol; era nuestro héroe, nuestro ídolo, nuestra inspiración.
En aquellos días de infancia, la portería solía ser el destino de los menos atléticos, de los que llevaban gafas o simplemente de los últimos elegidos en los equipos. Pero con la llegada de Arconada, todo eso cambió. De repente, la portería se convirtió en un lugar de prestigio, donde todos queríamos estar. Su habilidad bajo los tres palos, su agilidad y su valentía nos dejaban boquiabiertos y nos inspiraban a querer ser como él, a lanzarnos igual a por el balón, a saltar igual de alto.
Arconada no era solo un ídolo local en San Sebastián, sino que su influencia se extendía por todo el país. Su legado trascendía fronteras; era amado por niños y adultos, por aficionados de todos los equipos. En una época anterior a las redes sociales, Arconada era un símbolo de admiración.
Tres Trofeos Zamora seguidos, dos Ligas y una Copa con la Real Sociedad, Semifinales de la Copa de Europa y a un gol de la final, elegido mejor portero de las Eurocopas del 80 y el 84. Todas las especulaciones sobre las medias blancas eran falsas, las llevaba por superstición tanto en la Real como en la Selección, así como que no se cambiaba una camiseta hasta perder un partido, tarea complicada para la Real de los años 80.
A pesar de su error en la final de la Eurocopa 84, siempre será recordado como uno de los primeros grandes porteros de España. Su equipación era uno de los regalos más codiciados por los niños de antes y el sentimiento que evoca escuchar testimonios sobre él todavía nos sigue poniendo los pelos de punta.
“No pasa nada, recordemos a Arconada”